El carácter tecno-fujimorista del gobierno de Milei
Dr. Sergio Job. Fundación El llano CEPSAL; Facultad de Derecho y Facultad de Cs. Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba
Antes que entender al mileísmo como un fenómeno novedoso, el autor considera que ya desde los primeros pasos de este gobierno se puede hablar de un remake grotesco de experiencias anteriores como el menemismo o incluso la dictadura cívico-militar. Sin embargo, el modelo que emerge más claramente en un contexto de capitalismo global tecno-vigilante es el del fujimorato de Perú. En este escrito, Job argumenta por qué el proyecto político de Milei puede leerse como un tecno-fujimorismo a la argentina, que no sólo mira a Perú para copiar métodos, planes y modelos de ejercicio del poder, sino que también -y sobre todo- mira a Perú como el puerto al que arribar. Estudiar con mayor precisión el fujimorato, entonces, es clave para encontrar herramientas o algunos antídotos para enfrentar eficazmente los planes mileístas.
Siempre me pareció sumamente potente la idea -parte de la cosmovisión pre-colombina americana- de que en la vida avanzamos de espaldas y no de frente, porque lo que podemos ver no es el futuro inescrutable, sino el pasado vivido y conocido; y es observándolo como podemos guiarnos para adentrarnos en la densa niebla de los días por venir. Por esa razón, cada vez que los títulos de la prensa o los ágiles algoritmos gritan: ¡novedad!, soy de los que prefiere hurgar en nuestro pasado a ver qué hay. También por la creencia en la circularidad del tiempo –espiralidad para ser precisos, como insisten los pueblos pre-colombinos-, juega esta reacción casi instintiva.
Así, ante la emergencia de la “novedad Milei” preferí volcar la mirada hacia el campo propio: popular, nacional, progresista, igualitarista, humanista, o como queramos llamarlo; todo muy entre comillas siendo que el candidato de este sector fue un tipo como Sergio Massa que no encarna ninguno de estos significantes. Había que concentrarse en la autocrítica, en comprender las dimensiones de lo que se hizo mal, lo que no se hizo y lo que se debería hacer, para empezar a sumar granitos de arena en ese sentido. Sobre todo viviendo en una provincia (Córdoba) donde por segunda elección presidencial consecutiva la derecha (y la ultra-derecha) cosechó arriba del 70% de los votos. Necesitamos autocrítica seria, para luego arremangarse y ponerse a transformar esa situación de raíz. La culpa no puede ser siempre de los otros, o de las condiciones estructurales. Las relaciones de fuerza también se construyen.
Mientras, veíamos lo que iba sucediendo con el gobierno nacional, sus vaivenes, lográbamos comprender dónde apoyaba su legitimidad, cuáles eran sus métodos, su discurso, su programa, sus aliados y sus oposiciones, las respuestas del pueblo argentino (como si fuera tan sencillo delinear la forma de un pueblo en la etapa actual, como si alguna vez lo hubiera sido en la Argentina de la grieta eterna, esa “novedosa grieta” de 250 años). Y a medida que vimos cómo se iba componiendo y estabilizando el staff permanente del gobierno (amén de los 140 funcionarios que ya han salido eyectados del Estado nacional), quiénes toman las decisiones, quiénes son los voceros, la relación con la derecha conservadora y antiperonista del Pro, la sobreactuada “rebeldía” ante la corrección política, la compra descarada de votos a cambio de puestos o dinero (sólo basta como ejemplo el paradigmático caso del Diputado Kueider) y la explosión de numerosísimos casos de corrupción descarada, los despidos, el ataque a la clase trabajadora, el menosprecio, el ataque encarnizado a los jubilados, las neo-privatizaciones, el gobierno por decreto, la sumisión absoluta y descarada a los intereses norteamericanos, el apoyo al gobierno del FMI; todo sonaba a melodía remanida, una remake berreta y grotesca del menemismo.
Pero había algunos elementos, algunas notas que desentonaban, un “algo más” que no terminaba de ajustarse al libreto menemista; y no me refiero a las obvias diferencias que pueden existir producto del carácter tecno-vigilante que asumió el capitalismo global respecto del capitalismo neoliberal televisivo pos caída del Muro de Berlín. Esa distancia tiene que ver con el carácter autoritario que asume la estética, el ejercicio mismo del poder, la sobreactuación, la brutalidad, el discurso manodurista simplista y berreta que se puede sintetizar en el “cárcel o bala”, el machismo misógino y anti-derecho vociferante, el papel de matoncito de serie de Netflix del “estratega” del gobierno (Santiago Caputo), los ataques sistemáticos a la prensa y al Congreso, la represión asimétrica despiadada a cualquiera que se movilice y el posterior regocijo y festejo miserable de los trolls (y militantes) del partido de gobierno ante las imágenes de heridos, sean estos “piqueteros”, “kukas”, “abuelos o abuelas” –viejos meados, dicen ellos-, niños o niñas. Es más, cuanto mayor es la crueldad, la injusticia y asimetría, mayor parece ser el placer. Hay en todas estas imágenes -y decenas más que se nos pueden venir a la memoria-, algo que nos trae al otro proceso pilar del neoliberalismo argentino: la última dictadura cívico-militar, y obviamente se prenden las alarmas de advertencia.
Sin embargo, acá nuevamente observamos una distancia: la torpeza y el pavonearse con que abordan las violencias, no se corresponden tampoco con el modo de tratar y abordar la feroz violencia que desplegó el régimen genocida, el que optó por desparecer cuerpos, torturas, violencias ante la esfera pública y no vanagloriarse de ella. Sin equiparar la violencia desplegada hasta ahora por el actual gobierno, el tratamiento de la misma es diametralmente opuesto, de otra sustancia: ahora el presidente tuitea jactándose de cada represión, pone en vidriera cada acto de injusticia, enumera orgulloso cada derecho perdido por la población, se pavonea con dolor de un pueblo que sigue “aguantando el ajuste más grande de la historia de la humanidad” según él mismo expresó.
Y es ahí cuando me vinieron las imágenes de un presidente mostrándose sonriente junto a los cuerpos acribillados de guerrilleros del MTRA en 1996, y junto a esa imagen vuelven a la memoria la lista de masacres ocurridas bajo ese gobierno: Masacre de Barrios Altos, Masacre del Santa, Masacre de La Cantuta, etcétera. Y luego recuerdo que ese presidente, que terminó huyendo en medio de una descomposición general del régimen, fue una verdadera sorpresa al colarse en el ballotage con su movimiento Cambio 90, y fue elegido por ser alguien de fuera del sistema político tradicional. Y enseguida recuerda el rol de un tal Montesinos, que actuaba como estratega y matón presidencial, además de ser su principal asesor, muchos lo consideraban el verdadero poder detrás del trono, y quien dirigió de facto el SIN (Servicio de Inteligencia Nacional) transformado en una herramienta de extorsión y persecución política. Entonces, hay que mirar ahí, hay que ver qué pasó, cómo y cuál fue el resultado o legado de la década fujimorista en Perú, porque uno intuye que hay allí pistas sobre las derivas que puede asumir un gobierno, con claras pretensiones de régimen, que parece tener muchos paralelismos con el que encabezó Alberto Fujimori.
Foto de Guadalupe Pardo para REUTERS.
“El «fujimorato» no fue solo un gobierno, sino un régimen autoritario con apariencias y formas democráticas que se estructuró teniendo como eje los servicios de inteligencia” afirma Arias Quincot (2001:4). Y describiendo los comienzos sostiene que “como carecía de un partido organizado, empezó a construir en medio de las sombras un «poder informal» y semi secreto, gracias al super-asesor Vladimiro Ilich Montesinos. El eje de ese poder fue el reforzado SIN (Servicio de Inteligencia Nacional) que sirvió, en primer lugar, para controlar las Fuerzas Armadas mediante el espionaje interno y el chantaje” (2001:5). Así es que ese gobierno que se declaraba abiertamente “fondomonetarista” fue delineando un “nuevo modelo político caracterizado por las formas democrático-liberales con esencia autoritaria” (2001:5). Definición que a esta altura, parece ajustarse bastante a una descripción del “modelo Milei”.
Siguiendo con las similitudes, Fujimori recibió un país sumido en una grave crisis económica y una hiperinflación que llegó a 7.650%. Llevó adelante una severa política de ajuste, conocida como el "fujishock" y que implicó la desaparición de gran parte de los subsidios estatales, la privatización masiva de empresas públicas y otras agresivas medidas liberalizadoras. El diario argentino Clarín dice respecto a aquel momento: “el ‘Fujishock’ fue una medida de ajuste brutal. Se pasó de una economía regulada, que incluía control de precios, control del tipo de cambio y había un amplio número de empresas públicas; a un dólar liberalizado, un tipo de dólar no controlado y se hizo una drástica reducción de subsidios. El mercado se convirtió en el ente asignador de bienes y servicios, mientras que el Estado se convirtió en un promotor de la inversión privada. Pese a lo brusco de la medida, salvo algunos incidentes aislados, no motivó una protesta masiva, pero tampoco fue grandemente aplaudida. Se recibió con resignación”[1]. A continuación explica que en gran parte, el pueblo peruano no salió a manifestarse por el miedo producto de las represiones que el gobierno ejecutaba.
Otro aspecto que comparte el comienzo del régimen fujimorista con el actual gobierno de la Argentina fue la pretensión de Milei -apenas asumido- de que el Congreso le otorgara facultades legislativas, en base a las cuales dictó luego las medidas extraordinarias para implementar la “estabilización económica”. A partir de allí, la relación entre el Ejecutivo y el Poder Legislativo fue deteriorándose profundamente, al tiempo que el presidente compraba voluntades y gobernaba por decreto. Siguiendo con nuestra analogía, uno de los hechos que desencadena la caída del régimen fujimorista años más tardes -en el 2000-, tiene que ver con la compra masiva de voluntades que se conoció mediáticamente como “los tránsfugas”: fueron 17 legisladores que habiendo sido elegidos por otras fuerzas políticas se pasaron sin más al oficialismo. En paralelo, y sumando rasgos del régimen fujimorista que resuenan en la actual experiencia mileísta, encontramos lo que Arias Quincot describió como “la práctica de operativos psicosociales, es decir, la fabricación de noticias para distraer a la opinión pública de cuestiones políticamente sensibles” (2001: 7).
Hasta aquí señalamos sólo algunos aspectos que dan cuenta de la evidente sintonía que ambos regímenes de gobierno (el fujimorato y el mileísta) presentan, ahora me permito compartir algunas advertencias que emergen de este análisis. Si bien ya adelantamos que el final del fujimorismo fue de una debacle calamitosa e indigna, ese régimen se extendió durante más de 10 años en el país hermano, y fue tomando diversos trajes a lo largo de ese periodo. Así, en 1992 el régimen que gozaba de una legitimidad institucional de origen propició lo que se conoció como un “auto-golpe”, que implicó el cierre del Congreso de la Nación bajo el pretexto que no dejaban gobernar. Creemos que debemos estar atentos al peligroso derrotero que puede asumir el “enfrentamiento” constante que monta Milei contra las “ratas del congreso”. También es importante volver a las discusiones que los diversos bloques mostraban en el Perú fujimorista, entre quienes creían que debían ejercer una oposición tibia y quienes sostenían posiciones de confrontación. En aquel entonces se impusieron los “dialoguistas” y ese proceso derivó en la disolución del Poder Legislativo. Similar suerte corrió el Poder Judicial que fue operado, intervenido e impedido de bloquear cada decreto presidencial que claramente lesionaba la vida republicana y democrática.
Estudio especial merece el proceso de desgaste, y luego rápida caída y derrota del fujimorato, en el que la acción valiente y decidida de una figura opositora (más allá de su derrotero posterior), se une a las movilizaciones populares para dar por tierra con más de 10 años de poder casi absoluto, en menos de 6 meses. Pero dejando el estudio de dicho proceso para futuros trabajos, sí me interesa señalar acá “el legado” que dejó el fujimorato: un sistema político fragmentado, extremamente corrompido y débil, deslegitimado socialmente, sin capacidad de transformación (ni de gestión) alguna, donde en 25 años se sucedieron más de 10 presidentes, y como contra cara, un sistema macro-económico que funciona como la utopía mileísta de “regulación automática de mercado” de la sociedad. Al poder concentrado que opera en tierras peruanas, le importa poco y nada quién sea elegido en las elecciones democráticas-liberales, porque en definitiva quienes gobiernan son ellos.
Hoy Perú, sin ningún sistema de seguridad social, ni seguro de desempleo, sólo presenta entre un 25 y 29% de empleo registrado. Es el 4to país más desigual del mundo[2], aunque “la percepción de injusticia no se limita a la economía y las oportunidades. La encuesta de Enades-2024 destaca que el 88% de los encuestados detectan desigualdad en el acceso a la justicia, mientras que el 76% lo percibe en la educación y el 83% en la salud […] el 90% coincide en que el país está gobernado por unos pocos grupos de poder que solo buscan su beneficio […] y solo el 20% cree que los derechos básicos de las personas están protegidos por nuestro sistema político”[3].
Al parecer, el mileísmo no sólo mira a Perú para copiar métodos, planes y modelos de ejercicio de poder, también y sobre todo mira a Perú como el puerto al que arribar. A esta altura del análisis podemos afirmar que el gobierno de Milei no es otra cosa que un tecno-fujimorismo a la argentina. Quienes tenemos por modelo una Patria donde la Justicia Social y la dignidad humana estén en el centro, deberíamos estudiar más y mejor el fujimorato para encontrar allí, quizás, algunas herramientas, algunos antídotos, que nos permitan enfrentar eficazmente los planes mileístas.
Bibliografía
Arias Quincot, C. (2001) Perú. El gélido invierno del fujimorato. En Nueva Sociedad, 171,4-11. ISSN: 0251-3552. https://static.nuso.org/media/articles/downloads/2934_1.pdf
Olmo, Guillermo D. (12/09/2024) 6 momentos que marcaron la presidencia de Alberto Fujimori y la historia reciente de Perú. En BBC News Mundo https://www.bbc.com/mundo/articles/cd6y6yxg1xdo
[1] https://www.clarin.com/mundo/fujishock-politica-choque-alberto-fujimori-peru-hace-33-anos-similitudes-propuestas-javier-milei_0_NG9V0Buq7b.html?srsltid=AfmBOoo-8wgP5L94VL_AjXSmDK1OQ7iKg36tWrDL-nvw_UZx6yMKAlbx
[2] https://www.infobae.com/peru/2023/02/12/peru-es-el-cuarto-pais-mas-desigual-del-mundo/?gad_source=1&gad_campaignid=21937287514&gbraid=0AAAAADmqXxSoghPUCjsld8rkuxFBw67D5&gclid=Cj0KCQjwoNzABhDbARIsALfY8VNn3oCPS19gV5hQzvZCU3f3sq11bENUfLhbYeJVncX1bC_AlgiH8_AaAsq4EALw_wcB
[3] https://www.infobae.com/peru/2024/08/08/el-67-de-peruanos-considera-que-ser-hombre-es-una-ventaja-economica-segun-estudio-de-desigualdad-de-genero/
Excelente artículo!